
La Revolución Griega de 1821 marcó un hito para la diplomacia europea y un factor decisivo en la reconfiguración de las relaciones internacionales durante el siglo XIX. La Santa Alianza, formada por las fuerzas conservadoras de Europa tras la caída de Napoleón, enfrentó la revuelta griega como un desafío directo al orden postnapoleónico. Las dinámicas políticas desarrolladas en el marco de este enfrentamiento determinaron en gran medida el desenlace de la cuestión griega.
La formación de la Santa Alianza, con el liderazgo del Zar Alejandro de Rusia, el Emperador Francisco I de Austria y el Rey Federico Guillermo III de Prusia, tenía como objetivo asegurar la estabilidad europea tras las turbulencias napoleónicas. Sin embargo, la aparición de movimientos de liberación nacional, con el griego a la cabeza, puso a prueba los principios de cooperación diplomática de las potencias europeas.
La revolución de los griegos en 1821 actuó como un catalizador que destacó las contradicciones en la política de la Santa Alianza, ya que las potencias europeas se encontraron divididas entre los principios del conservadurismo y las presiones del emergente movimiento filhelénico. El canciller austriaco Klemens von Metternich, figura central de la diplomacia europea de la época, vio la lucha griega como una seria amenaza para el régimen establecido tras el Congreso de Viena en 1815.
La reacción de las potencias europeas ante la cuestión griega no fue uniforme, sino que se formó a partir de complejos factores geopolíticos, simpatías religiosas e intereses económicos. El desenlace final de la lucha, que condujo al reconocimiento de la independencia griega, refleja los equilibrios cambiantes en la diplomacia europea y la creciente influencia de los movimientos nacionales en la configuración del escenario político internacional del siglo XIX.

La Santa Alianza y sus Principios
Formación y Principios Fundamentales
La Santa Alianza se formó oficialmente el 26 de septiembre de 1815, por iniciativa principal del Zar Alejandro I de Rusia y bajo la influencia orientadora de la diplomacia europea postnapoleónica. El acuerdo de la Alianza fue firmado inicialmente por tres monarcas, el Zar de Rusia, el Emperador Francisco I de Austria y el Rey Federico Guillermo III de Prusia. La naturaleza del pacto era oficialmente religio-política, basada en los principios del dogma cristiano y en el origen divino del poder monárquico.
Los principios fundamentales de la Santa Alianza reflejaban el espíritu contrarrevolucionario de la época y la voluntad de los vencedores de Napoleón de establecer un sistema de seguridad europea que impidiera la reaparición de movimientos revolucionarios. Como señala característicamente Thanos Veremis en su estudio, las monarquías de Europa buscaban mantener la legitimidad existente y asegurar el principio monárquico como pilar básico del orden político (Veremis).
El Mantenimiento del Orden Postnapoleónico
El mantenimiento del orden político establecido con el Congreso de Viena fue una preocupación primordial de la Santa Alianza. La Europa postnapoleónica se reorganizó sobre la base del principio de legitimidad y la preservación de los derechos dinásticos prerrevolucionarios. La Alianza desarrolló un sistema de vigilancia diplomática y preparación militar para enfrentar cualquier amenaza al régimen.
El mecanismo de seguridad colectiva establecido preveía conferencias regulares de las potencias europeas (Aquisgrán 1818, Troppau 1820, Laibach 1821, Verona 1822) para evaluar la situación europea y tomar medidas coordinadas contra los peligros revolucionarios. La diplomacia de la época se caracterizaba por una estrecha cooperación de las grandes potencias, con la influencia dominante del canciller austriaco Metternich, quien se destacó como el principal arquitecto del orden conservador (Schroeder).
La Actitud hacia los Movimientos Revolucionarios
La actitud de la Santa Alianza hacia los movimientos revolucionarios de la época fue categóricamente negativa. Los principios del conservadurismo y la legitimidad monárquica imponían la lucha contra cualquier forma de desafío político que pudiera perturbar el equilibrio europeo. La Alianza enfrentó los movimientos revolucionarios en España, Italia y Portugal con intervenciones militares decisivas destinadas a restaurar el poder monárquico.
Bajo esta perspectiva, el estallido de la Revolución Griega de 1821 provocó una intensa preocupación en el seno de la Santa Alianza. La revuelta de los griegos contra el Imperio Otomano colocó a las potencias europeas ante un dilema complejo: por un lado, el principio de legitimidad y el mantenimiento del status quo imponían la condena del movimiento revolucionario, por otro lado, la identidad cristiana de los griegos y la simpatía de la opinión pública europea hacia su lucha creaban fuertes presiones para un enfoque diferenciado. La gestión de esta contradicción sería un factor decisivo para la evolución de la política europea hacia la Revolución Griega.

La Diplomacia de Metternich frente a la Revolución Griega
La Posición Inicial de Austria y Metternich
Klemens von Metternich, canciller de Austria y figura central de la diplomacia europea postnapoleónica, enfrentó la Revolución Griega con intenso escepticismo y hostilidad. Su posición inicial se formó a partir de dos parámetros fundamentales: su adhesión a los principios del orden conservador y su profunda preocupación por el mantenimiento del equilibrio geopolítico en el Mediterráneo Oriental.
Para Metternich, la revuelta de los griegos constituía en primer lugar una violación del principio de legitimidad, ya que se dirigía contra el poder del Sultán. Según los principios de su filosofía política, los movimientos revolucionarios, independientemente de su justificación, eran factores desestabilizadores para el orden europeo. El Imperio Austriaco, como estado multinacional, enfrentaba con especial preocupación la perspectiva de la expansión de las ideas de liberación nacional, que podrían socavar su cohesión.
Como observa Vlasis Vlankopoulos en su análisis histórico, la política de Metternich hacia la Revolución Griega estaba consistentemente orientada a la defensa de los intereses de Austria y del régimen de la Santa Alianza (Vlankopoulos).
Maniobras Diplomáticas y Presiones Políticas
La estrategia diplomática de Metternich frente a la Revolución Griega se manifestó en una serie de maniobras complejas. Inicialmente, intentó convencer a las demás potencias europeas de adoptar una postura común de desaprobación del movimiento revolucionario, invocando los principios de la Santa Alianza. En el Congreso de Laibach (1821), Metternich ejerció fuertes presiones para la formulación de una política europea unificada que condenara tanto la revolución griega como otras en Italia y España.
Paralelamente, el canciller austriaco desarrolló una red de iniciativas diplomáticas destinadas a limitar el apoyo internacional a los griegos. Las misiones diplomáticas austriacas en las capitales europeas recibieron instrucciones de tratar la cuestión griega como un asunto interno del Imperio Otomano, en el que las potencias europeas no tenían derecho a intervenir.
La Discrepancia entre la Política Oficial y la Opinión Pública
La postura de Metternich contrastaba fuertemente con la ola de simpatía que se desarrolló en la opinión pública europea a favor de la lucha griega. En casi todos los países europeos, intelectuales, artistas y políticos liberales expresaron abiertamente su apoyo a los griegos y su condena a la política de las fuerzas conservadoras. El movimiento filhelénico fue una expresión temprana de la influencia de la opinión pública en la política internacional.
Metternich se vio obligado a enfrentar esta discrepancia entre la línea diplomática oficial y los sentimientos populares, tratando de limitar la influencia del filhelenismo en los círculos oficiales. Sin embargo, la creciente popularidad de la causa griega creó nuevas presiones sobre los regímenes europeos y limitó la efectividad de la diplomacia de Metternich.
Los Cálculos Geopolíticos de la Diplomacia Austriaca
Más allá de las preocupaciones ideológicas, la política de Metternich hacia la Revolución Griega también estuvo determinada por cálculos geopolíticos. El Imperio Austriaco, que tenía importantes intereses económicos en el Mediterráneo Oriental, estaba particularmente preocupado por las consecuencias que tendría un posible colapso del Imperio Otomano en el equilibrio regional.
Sin embargo, la mayor preocupación de Metternich era la posibilidad de una intervención rusa a favor de los griegos, lo que aumentaría la influencia rusa en los Balcanes y alteraría el equilibrio estratégico en la región. Por lo tanto, una parte importante de la diplomacia de Metternich se centró en tratar de evitar una intervención rusa unilateral, mediante el mantenimiento de la unidad de las potencias europeas y la presión diplomática hacia San Petersburgo.
Los Límites de la Influencia de Metternich
La postura de la diplomacia austriaca y de Metternich personalmente frente a la Revolución Griega reveló finalmente los límites de su influencia. A pesar de sus esfuerzos sistemáticos por limitar el apoyo internacional a los griegos, la dinámica del movimiento filhelénico, las rivalidades geopolíticas entre las grandes potencias y la evolución de la propia revolución llevaron gradualmente a un cambio en la política europea.
La capacidad de los griegos para mantener su lucha a pesar de las adversidades diplomáticas iniciales, junto con la gradual diferenciación de la política británica y rusa, condujeron a una nueva fase en los desarrollos diplomáticos europeos, donde la influencia de Metternich y de la Santa Alianza disminuyó significativamente. La Revolución Griega se destacó finalmente como una primera grieta importante en el edificio del orden postnapoleónico que había construido el canciller austriaco.

El Cambio de la Política Europea
Las Presiones del Movimiento Filhelénico
La gradual reconfiguración de la política europea hacia la Revolución Griega está inextricablemente vinculada con la aparición y expansión del movimiento filhelénico en las sociedades europeas. Este movimiento, que se desarrolló como una expresión multifacética de solidaridad hacia la lucha de los griegos, logró crear un nuevo marco de comprensión e interpretación de la cuestión griega, más allá de las limitaciones de la diplomacia oficial de la Santa Alianza.
La actividad filhelénica se manifestó de múltiples maneras: formación de comités de apoyo, organización de colectas, publicación de textos y artículos, creación artística y, en algunos casos, participación voluntaria de europeos en las operaciones militares. La presencia de comités filhelénicos en la mayoría de las capitales europeas funcionó como un recordatorio constante de la cuestión griega, ejerciendo presión sobre los gobiernos para modificar su postura. (Busque más información con la palabra: movimiento filhelénico Europa 1821)
Particularmente significativa fue la contribución de destacados intelectuales y artistas europeos, como Lord Byron, Victor Hugo, Eugène Delacroix y muchos otros, quienes otorgaron a la lucha griega una legitimación ideológica que superaba la valoración negativa de la Santa Alianza. La creación de un estado nacional sobre las ruinas del dominio otomano se convirtió en un objetivo central de la actividad filhelénica.
De la Indiferencia a la Intervención
El cambio de la política europea hacia la Revolución Griega se manifestó gradualmente a través de una serie de iniciativas diplomáticas que reflejaban los equilibrios cambiantes entre las grandes potencias. La indiferencia inicial o incluso la hostilidad de los gobiernos europeos se fue desvaneciendo gradualmente ante las nuevas condiciones geopolíticas que se formaron en el Mediterráneo Oriental.
Un papel decisivo en este cambio lo desempeñó el acercamiento ruso-británico tras la muerte del Zar Alejandro y la ascensión de Nicolás I al trono ruso en 1825. El Protocolo de San Petersburgo (abril de 1826) fue el primer paso hacia la internacionalización de la cuestión griega, ya que ambas potencias acordaron mediar para restaurar la paz y otorgar autonomía a los griegos.
La escalada de las intervenciones diplomáticas continuó con el Tratado de Londres (julio de 1827), al que se unió Francia, formando así una alianza tripartita para imponer un alto el fuego y promover una solución política. Esta evolución diplomática marcó el alejamiento definitivo de los principios de la Santa Alianza y el fracaso de la política de Metternich en la cuestión griega.

La Batalla de Navarino y sus Consecuencias
La batalla de Navarino (20 de octubre de 1827) fue el clímax del cambio de la política europea y la internacionalización definitiva de la cuestión griega. La intervención naval conjunta de las tres potencias (Gran Bretaña, Francia, Rusia) y la destrucción de la flota turco-egipcia cambiaron radicalmente los datos de la revolución griega, proporcionando un apoyo militar sustancial a la lucha de los griegos.
Las consecuencias de la batalla fueron decisivas para la evolución de la cuestión griega. Este evento fue seguido por la guerra ruso-turca (1828-1829), que limitó aún más las posibilidades del Imperio Otomano de reprimir la revolución griega. El proceso de negociación internacional que finalmente condujo a la creación de un estado griego independiente con el Protocolo de Londres en 1830 reflejaba la revisión completa de la postura inicial de las potencias europeas.
Esta evolución fue una derrota significativa para la política de la Santa Alianza y especialmente para Metternich, quien vio cómo los principios del sistema conservador que había defendido con tanto fervor retrocedían ante las nuevas realidades políticas. El surgimiento del estado griego marcó el comienzo del fin para el sistema de la Santa Alianza y el inicio de una nueva era en las relaciones internacionales, donde los movimientos nacionales adquirirían cada vez mayor importancia.

Interpretaciones Diferentes & Evaluación Crítica
La evaluación historiográfica de la postura de la Santa Alianza frente a la Revolución Griega presenta importantes diferencias entre los investigadores. Algunos historiadores, como Dakin y Woodhouse, ven esta política como una expresión de puro conservadurismo y adhesión al dogma de mantener el status quo. Por el contrario, Kremmydas y Svoronos destacan los factores económicos y geopolíticos que influyeron en la postura de las potencias europeas.
La escuela historiográfica más reciente, con representantes como Petropoulos y Kitromilides, aborda el tema desde la perspectiva de las transformaciones ideológicas de la época, destacando la relación dialéctica entre conservadurismo y liberalismo. La complejidad del fenómeno también se refleja en las investigaciones de McGrew y Angelopoulos, que se centran en la interacción de factores diplomáticos, sociales y culturales en la formación de la política europea hacia la cuestión griega.
Epílogo
La postura de la Santa Alianza frente a la Revolución Griega de 1821 fue un fenómeno histórico complejo que refleja las tendencias más profundas de la diplomacia europea a principios del siglo XIX. Las contradicciones y oposiciones que se formaron en el marco del tratamiento de la cuestión griega revelan los límites y las contradicciones internas del orden postnapoleónico.
El cambio gradual de la política europea desde la hostilidad inicial hasta el apoyo activo a la independencia griega marcó el comienzo del fin para el sistema de la Santa Alianza y el surgimiento de un nuevo marco de relaciones internacionales, en el que los movimientos nacionales desempeñarían un papel decisivo. El éxito de la Revolución Griega, a pesar de la reacción inicial de las fuerzas conservadoras, presagiaba los cambios más profundos que transformarían el mapa europeo durante el siglo XIX.
Preguntas Frecuentes
¿Quiénes fueron los principales actores de la Santa Alianza frente a la Revolución Griega?
Los principales actores de la Santa Alianza que formaron la postura frente a la cuestión griega fueron el Zar Alejandro de Rusia, el Emperador Francisco I de Austria y el Rey Federico Guillermo III de Prusia. Un papel decisivo lo desempeñó el canciller austriaco Klemens von Metternich, quien fue el principal teórico e inspirador de la política conservadora de la Alianza, buscando mantener el orden postnapoleónico en Europa.
¿Por qué la Santa Alianza enfrentó inicialmente con hostilidad la revolución de los griegos?
La hostilidad inicial de la Santa Alianza hacia la lucha de liberación griega se basaba en los principios fundamentales del conservadurismo que defendía. El movimiento revolucionario de los griegos se consideró una amenaza para la estabilidad europea y el principio de legitimidad, ya que desafiaba el poder del Sultán. Además, las potencias de la Alianza temían que el éxito del movimiento griego alentara levantamientos similares en otras áreas de Europa, socavando el régimen establecido tras el Congreso de Viena.
¿Cuál fue la contribución del movimiento filhelénico al cambio de política europea hacia la lucha griega?
El movimiento filhelénico contribuyó decisivamente al cambio de postura de las potencias europeas hacia la Revolución Griega, creando un clima favorable en la opinión pública europea. La acción de intelectuales, artistas y círculos políticos liberales en toda Europa otorgó a la lucha de los griegos una dimensión ideológica y cultural que superaba el estrecho marco de la diplomacia. Los comités filhelénicos ejercieron una presión significativa sobre sus gobiernos, contribuyendo a la revisión gradual de la política oficial.
¿Cómo influyeron las rivalidades geopolíticas en la diplomacia de la Santa Alianza hacia Grecia?
Las rivalidades geopolíticas entre las potencias europeas desempeñaron un papel decisivo en la diplomacia aliada hacia la cuestión griega. En particular, la rivalidad entre Rusia y Austria en los Balcanes influyó en las posiciones de los dos imperios. Rusia, a pesar de su adhesión inicial a los principios de la Santa Alianza, tenía un interés tradicional en las poblaciones ortodoxas del Imperio Otomano y buscaba expandir su influencia en la región, lo que preocupaba especialmente a Metternich.
¿Cuáles fueron los eventos diplomáticos más importantes que llevaron al cambio de postura de las potencias europeas?
Los puntos diplomáticos clave en la evolución de la postura europea hacia la revolución de los griegos incluyen el Protocolo de San Petersburgo (1826), el Tratado de Londres (1827) y la Batalla de Navarino (octubre de 1827). La muerte del Zar Alejandro y la ascensión de Nicolás I al trono ruso (1825) aceleraron los desarrollos, llevando a un acercamiento ruso-británico. La guerra ruso-turca (1828-1829) y el Protocolo de Londres (1830) completaron el proceso de reconocimiento internacional de la independencia griega.
¿Qué significó para el sistema de la Santa Alianza el éxito de la Revolución Griega?
El exitoso desenlace de la lucha de liberación griega fue la primera grieta significativa en el edificio del orden conservador postnapoleónico que había establecido la Santa Alianza. El reconocimiento del estado griego independiente marcó una desviación sustancial de los principios de legitimidad y mantenimiento del status quo, destacando los límites del sistema de la Santa Alianza. Esta evolución presagiaba los cambios más profundos en el escenario político europeo, con la creciente importancia de los movimientos nacionales en la configuración de las relaciones internacionales.
Bibliografía
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- Schroeder, P. W. (2014). La Diplomacia de Metternich en su Apogeo, 1820-1823: Austria y las Grandes Potencias en la Era Postnapoleónica. Cambridge: Cambridge University Press.